La risa me salvó.
Sólo veía el cañón del arma: un circulo negro.
Sólo me quedan unos segundosde vida...
Y mi cerebro se disparó.
No contemplé mi vida a tropecientos años por segundo.
Sólo pensé que no quería que lo último
que hiciera en mi vida
fuera cagarme encima.
Y pensé en aprovechar el tiempo que me quedaba
haciendo lo que más me había gustado hacer: reir.
Y reí.
Y reí como nunca lo había hecho.
Reí desesperadamente,
gozando cada carcajada como si fuera la última.
Dejó de apuntarme,
se metió el cañon en la boca
y disparó.
Y, entonces, empecé a llorar.
Mis lágrimas se mezclaron con su masa encéfalica.
No he vuelto a reir.
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